Palabras del director, desde París

Contado por Fernando.

Estoy en deuda. No se porque razon tardé tanto en escribirles. Supongo que fue una manera inconsciente de «no regresar» del todo, de decir «no me fui, me quedé ahí, con Ábaco, con ustedes…»

Ábaco fue un viaje en sí. Un viaje inolvidable al encuentro de artistas valiosos y valientes: Mariana, Cecilia, Paz, Male y todos aquellos que hicieron posible la puesta.

Pero también, ha sido un viaje al reencuentro de una manera de hacer teatro, llena de significado para mí. En este sentido, diré que Ábaco ha sido un ‘viaje’ que renovó mi fe en el teatro, en la fuerza maravillosa del escenario cuando se lo habita con Verdad, con Humildad, con Amor. En suma, Ábaco ha sido un viaje reparador.

Me gustan los textos que interrogan la escena, que comprometen las reglas de representacion, los «textos con savia». Cuando Mariana me confió la palabra de Ábaco, sabía que debía confrontarme a una serie de encrucijadas escénicas. Que para realizar mi objetivo de ‘hacer audible la palabra’ de Ábaco, de fomentar aquella ‘escucha solidaria’ que hoy se evoca, debía dar cuenta no sólo de una cuidada dramaturgia, sino también, de una relectura de las voces del texto. Esto -a lo que incluyo todas las propuestas escénicas-, no hubiera sido posible sin la confianza amplia y tierna de Mariana, que agradezco profundamente.

Este proyecto coincidió con mi deseo de reestablecer un puente artístico con Buenos Aires. Ábaco es, en gran parte, el primer paso en ese puente.

Hablé de confianza, de humildad, de verdad. Esta palabras abrazan Cecilia y Paz, quienes - sin saberlo tal vez - amansaron mis temores. Queridas Paz y Cecilia, gracias por todo lo entregado y lo que siguen dando.

(…)

Y después de este maraton, regresé. ¿Regresé? Sí, vamos… Miro por la ventana y la geografía urbana me dice «Sí». Me consuelo en la idea de recuperarlos, para esto o para otro proyecto. O simplemente de volver a compartir unos ñoquis (exquisitos) en casa de Paz, juntos…

Los domingos tengo teatro, los acompaño.

"Pasar el cepillo a contrapelo" | Revista Inrockuptibles, octubre de 2008

Por Ana Wajszczuk.

Las primeras obras de Mariana Eva Perez nacieron para el público dentro del marco contenedor de Teatro x la Identidad: como hija de militantes desaparecidos y nieta de dos abuelas de Plaza de Mayo, su cantera de trabajo ha sido las huellas y fisuras que la dictadura ha marcado en la historia de su generación. Sin embargo, lo que separa su producción de TxI e impulsa a las dramaturgias de la memoria a un nuevo interrogante es la subversión que se da en sus obras de los lugares comunes sobre los hijos de desaparecidos. Con el estreno de Ábaco, su primera puesta fuera del circuito TxI, Perez confirma esta vocación de pasar el cepillo a contrapelo a su historia privada y a la historia social y política del país. La obra, con una puesta en escena austera que realza el drama –entendido en su sentido originario de acción-, es un monólogo escrito a la manera de un poema, que se carga en la sentida interpretación de Cecilia Belmonte como la nieta que cuenta los medicamentos que la abuela que la crió y hoy no le habla necesita tomar para sobrevivir. La tensión se mantiene por el contrapunto con la iluminación y un segundo personaje en escena, que permite al espectador transcurrir sin agobiarse por ese amor contradictorio entre la abuela y la nieta que “le dejaron”. Sin idealizaciones y lejos de lo políticamente correcto, Ábaco explora y desarma estereotipos sobre lo que significa ser un “hijo de desaparecidos”, pero logra, además, ir más allá e interpelar al espectador dándole cuerpo a las contradicciones y fragilidades de los vínculos familiares, mostrando un mundo privado que siempre y en toda situación es también político.

Entrevista

Entrevista con Mariana Eva Perez, dramaturga e investigadora, sobre su pieza teatral Ábaco, dirigida por Férnando Suárez.

Por Eva Matarazzo

E- ¿Cómo surge Ábaco y por qué?

M- Ábaco fue escrita desde la urgencia, de un tirón. Surge como un texto poético en primera persona, sin acotaciones. La escribí hace cuatro años, en un momento bastante parecido al presente de la obra: la abuela que me había criado luego de la desaparición forzada de mis padres, había recibido el diagnóstico de una insuficiencia cardíaca para la que los médicos recomendaban un tratamiento con anticoagulantes. Ella se resistía a recibir esos y otros cuidados. Yo quería forzarla a que me dejara hacerme cargo de ella, como ella se había hecho cargo de mí cuando fue necesario. Quería prolongar su vida en condiciones que ella no estaba dispuesta a aceptar. En este sentido, me parece que la obra toca un tema más universal que el de las familias alcanzadas por la dictadura. Esa tensión fue el disparador de Ábaco.

E- ¿Cómo fue el proceso de trabajo? ¿Participaste en la puesta en escena, o te encontraste con el trabajo ya armado?

M- El montaje de la obra surge del encuentro con Fernando Suárez, actor y director argentino que vive en París. Fernando tomó contacto con mi producción para teatroxlaidentidad para su tesis de maestría sobre Dramaturgias de la Memoria, en La Sorbona. Luego, escribí para él el monólogo Sin voz, que montó el año pasado en la embajada argentina en París. En diciembre y enero estuve en París y nos vimos varias veces; de estas reuniones surgió la idea de montar la obra.

En marzo volví a Buenos Aires y Fernando me confirmó que podía viajar en mayo, único mes que tenía disponible. En ese tiempo hubo que confirmar el elenco, convocar a los que iban a hacer el video, la escenografía y el arte, conseguir una sala… La idea era esperar a Fernando con todo listo. Además de ocuparme de este aspecto de la producción, había reservado para mí la asistencia de dirección, con la idea de poder seguir adelante cuando Fernando partiera.

Durante el mes de mayo ensayamos casi a diario y el 25 estrenamos. Fue un trabajo agotador pero muy rico. Aprendí mucho de Fernando y aprendo a diario de mis compañeros.

E- ¿Encontraste alguna dificultad al momento de escribir la obra? ¿Cuál/es?

M- Me preguntaba si era pura catarsis o tenía algún valor literario, y luego, si era teatro. Yo venía escribiendo teatro desde hacía un par de años y participaba del taller de dramaturgia de Patricia Zangaro: ése fue el espacio al que me resultó natural llevar el primer borrador. “Patricia, ¿esto es teatro?”. Patricia me habló de su virtualidad escénica y me alentó a trabajarlo como texto dramático. Ese trabajo fue relativamente sencillo. Las imágenes fluían con facilidad, la estructura parecía que se inventaba sola. Más allá de que el primer borrador fue escrito entre lágrimas, en un arranque de bronca, pena, miedo y dolor como el que vemos en la protagonista, el proceso de trabajar el texto fue reparador y, por paradójico que suene, gozoso.

E- ¿Que te pasó cuando te viste en escena pero a través de una actriz?

M- No tengo la sensación de verme en escena en el personaje que interpreta Cecilia Belmonte. En el primer ensayo me sentí muy identificada con la propuesta de Paz Rotoni, la actriz que compone el otro personaje. Pero como este personaje tiene cierta ambigüedad, no quisiera limitar todo lo que puede sugerir su presencia en el espectador contando qué me sugiere a mí. De todos modos, cuando estoy observando el trabajo de las actrices, operando el sonido o apuntándole al técnico de iluminación, no tengo ocasión de detenerme a pensar en esas cosas. Y de eso se trata poner en escena Ábaco para mí: dejar de verme ahí para pasar a crear, a partir de una experiencia propia, pero en compañía de muchos otros que aportan sus saberes, una obra que trascienda la anécdota autobiográfica que le dio origen.

E- Próximos proyectos.

M- Estamos ensayando Peaje, de mi autoría, bajo la dirección de Javier Margulis y con la actuación de Isabel Quinteros y Mariano Campetella. Es una obra sobre un joven que vuelve a vivir con su madre después de su separación y sobre una psicóloga que debe recibir en su casa, que también es su consultorio, a su hijo recién separado. Le tengo un cariño especial a esta pieza ya que tiene mucho humor y está alejada del temita de los desaparecidos, al que por momentos me creí condenada.

Estoy terminando de escribir una obra, todavía sin título, sobre una mujer sobreviviente de los campos de concentración del Proceso que sueña con Rosa Luxemburgo y por medio de esos sueños va enfrentando un dilema: declarar o no por primera vez ante la Justicia acerca de lo que vivieron ella y su mejor amiga, que sigue desaparecida. Otra vez sopa. Creo que a los argentinos nos va a tocar seguir tomando de esta sopa durante mucho tiempo.


"Guardar memoria", Las 12, Página/12, 3 de octubre de 2008

Por Moira Soto

[...] En la edición del año pasado de Teatro x la Identidad, se ofreció Vic y Vic, de Erika Halvorsen, con Melina Petriella y Victoria Grigera encarnando a una nieta recuperada y a una HIJA (actuada por la propia Grigera) y permitiéndose chistes sobre su condición. Este año se estrenó una poética pieza de Mariana Eva Pérez que subvierte los lugares transitados por el teatro vinculado a los efectos de la dictadura, eludiendo rigurosamente toda tentación de patetismo: Ábaco es su título y acaba de reestrenarse. Elsa avanza por este camino renovador y sin autocomplacencias, rescata la figura íntegra y jugada de una joven mujer desaparecida y asesinada, que pudo salvar su vida exiliándose en Alemania y no lo hizo; que renunció al confort y se fue a vivir en una villa... Digna hija de su madre Ellen, Elsa, la mujer que está ahora sobre el escenario y de la que dice el actor Javier Lorenzo, representando a su nieto: “Me crió una mujer fascinante que llevaba adelante una estancia, iba a 180 por la autopista, tenía amantes”.

Ver toda la nota.

"La obra habla de un mundo que está en silencio: las familias"

Algunos comentarios del público:

Vera Jarach. Integrante de la Fundación Memoria Histórica y Social Argentina y de la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos en Argentina:

Me queda una frase muy significativa: “si fuera la abuela de otro la entendería, pero es mi abuela”. Esto es así en tantas relaciones que tienen que ver con nosotros y nuestra identidad, sobre todo cuando hay rastros de dramas que determinan muchas de nuestras respuestas y los sentimientos conflictivos, a menudo contradictorios, que nos acompañan toda la vida.
Como el teatro nos mueve a reflexionar sobre nosotros mismos te cuento una pizca de lo que significa “abuelaje” para mí. Sobre todo dos cosas: los abuelos de mi infancia truncada a los diez años por las leyes raciales en Italia y el exilio de mi familia base. En Italia quedaron dos abuelos: el materno que luego fue deportado en el ‘43 a Auschwitz y la abuela paterna que se quedó con tíos en Toscana y murió en una casa de campesinos huyendo justo en el momento de mayor enfretamiento entre los nazi-fascistas y el avance aliado. Por el resto de mi vida sentí esta ruptura de la relación y sobre todo me marcó la deportación del abuelo que, cuando “desapareció” mi hija, siempre mencioné para relacionar los dos hechos en varias analogías.
El segundo tema es la falta, imposibilidad, de un propio abuelaje ya que Franca era mi única hija. Entre los dos temas, ausencias, frustraciones, el dolor del pasado que no pasa, hay algo más porque muchas veces, cuando Franca tuvo su segundo novio, me decía a mí misma que iba a tratar de ser, si esto ocurría, una abuela entusiasta y... moldeable, según las demandas tanto de mi hija como de los nietos.
No pudo ser y, en verdad, tengo algunos nietos “postizos” (como Wernie y Santiago, los autores de La otra Juvenilia, por ejemplo) que, aunque no pueden reemplazar los que hubieran sido los reales, son una gran vivencia, también porque se suman factores de fuerte amistad.

Damián Melcer:

Por un lado, la temática más general basada en la dinámica familiar me parece muy clara y profunda. Las sensaciones encontradas y esa aparente imposibilidad de salir del círculo creado.
Por otro lado, la pregunta que impulsa una de las escenas en donde la actriz se pregunta (deseándolo) si su padre estuvo involucrado en un robo. Esa pregunta-deseo que quiebra con la idea social de que un hijo (más un hijo de desaparecido) no cuestiona lo que sus padres hicieron. Llegando, incluso, a poder no compartirlo. Me pareció que se pone, de esta manera, en evidencia lo que muchas veces se supone pero nunca se ha dicho. (Quizás sí, pero yo no lo he escuchado...)
También me parece, y acá entro en lo que a una concepción mía se trata, que a pesar de la frase: “Si fuera otra abuela, la entendería....pero es la mía” (que a mí me resonó como una frase en oposición a aquellos que opinan sin haber vivido directamente esa matanza), a pesar de eso digo que toda la crisis al interior de esa célula (la familia) es denuncia de un cuerpo que también está en crisis, o al menos convive con la crisis celular por lo que, puede pensarse, la arrastra consigo y desde ahí es entonces que me suena a un texto también de denuncia política y social. Es decir que aparece en evidencia cómo el mundo privado, particular se constituye por, y a través de, lo social. La falta de justicia a escala social es el quiebre (los silencios, las vergüenzas, las angustias, los dolores de cabeza) en las esferas particulares.
Me quedó resonando la frase “Algo no hizo bien mi abuela...”, en el sentido de que, figurativamente, reemplazando a “abuela” por “justicia”, “gobierno”, o “estado”, tendríamos como resultado la figura social general que actuó “no haciendo”. Es decir, tuvo una acción y esa acción fue (y es) dañina; la figura “abuela” aparece -a mi entender- personificando las esferas sociales que “no hicieron...”
En síntesis, la obra habla de un mundo que está en silencio (las familias) a pesar de montarse sobre un hecho social del que se habla. La habilidad de la misma está en que, durante toda la obra, ese hecho rodea, abiertamente, a la escena que se sostiene.

¡Gracias, Vera! ¡Gracias, Damián!

Gacetilla de prensa | Reestreno en el Teatro Payró

Vuelve Ábaco. Volvemos a contar.

Una muchacha cuenta. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Cuenta medicamentos para su abuela enferma. Cuenta los días que lleva sin noticias de ella. Cuenta la historia de esa abuela que la recibió cuando sus padres fueron desaparecidos y la cuidó a su manera.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Hace ocho días le dejó el pastillero con la dosis de una semana, con el anticoagulante que puede prolongar su vida, pero que también puede desangrarla. Hace ocho días, se llevó sus fotos, sus muñecas, sus cuadernos, dejando un hueco en la casa de la abuela. Una estrategia: quitarle a la niña que fue si la abuela no acepta que ahora los roles tienen que invertirse y la muchacha es la adulta que puede hacerse cargo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Un decir obsesivo que busca reponer un sentido, trazar una genealogía, comprender y perdonar. Un rosario interminable de preguntas sin respuesta, de reclamos sin atender, de recuerdos y olvidos.
Un intento de aligerar el peso de la sangre, de alivianar el trabajo del corazón. De eso trata Ábaco.

Mariana Eva Perez, como dramaturga e investigadora, viene transitando estos temas desde su producción teatral y académica. Cuando Mariana tenía quince meses, sus padres, militantes montoneros, fueron detenidos-desaparecidos; la madre estaba embarazada. La abuela materna se integró a Abuelas de Plaza de Mayo para buscar al nieto robado, mientras los abuelos paternos se hacían cargo de la nieta. Los primeros textos de Mariana fueron poemas y cartas para ese hermano lejano que finalmente encontró en el año 2000, apropiado por un agente de inteligencia de la Fuerza Aérea y su esposa. En 2002 escribió para teatroxlaidentidad su primera obra, Instrucciones para un coleccionista de mariposas, que da cuenta de este encuentro. Desde entonces escribió varias piezas relacionadas con temas de memoria e identidad.

La puesta en escena de Ábaco parte del encuentro entre Mariana y Fernando Suárez, actor y director argentino, con residencia en París. Suárez realizó en la Sorbona su Licenciatura en Artes Escénicas y un master sobre “Dramaturgias de la Memoria”, a partir de teatroxlaidentidad. Así tomó contacto con la producción de Mariana.

El espectador no encontrará en Ábaco esos lugares comunes y estereotipos que abundan en los relatos de la historia reciente. Es sabido que cientos de hijos de desaparecidos fueron apropiados y ésta es materia de innumerables producciones artísticas, pero ¿qué pasó con aquellos que quedaron bajo la custodia de sus abuelos? ¿Qué ocurrió en esos hogares arrasados? Ábaco ilumina esta zona inexplorada al contar una historia en particular, la de esta niña y sus abuelos. Y lo hace de un modo impiadoso y osado, que se vuelve audible en las voces y se hace carne en los cuerpos de las actrices Cecilia Belmonte y Paz Rotoni.

El 21 de septiembre a las 19.30hs en el Teatro Payró, la niña que fue vuelve a contar.

Ensayos en el Payró

Contado por Mariana.

Ensayamos en el Payró.

En ese teatro, en lo que Male llamaba "el sotanito", tenía lugar el taller de dramaturgia de Patricia Zangaro.

Ahí fui a dar con mi primer borrador de lo que sería Ábaco. Una especie de poema largo, larguísimo, catártico, llorado. Y una pregunta: "Patricia, ¿esto es teatro?". Patricia responde algo así como que hoy el teatro se define por su virtualidad escénica. Yo traduzco para mí: si puedo verlo sobre un escenario, es teatro.

Patricia me incita a dejar atrás la catarsis y trabajarlo. Eso hago, bajo su supervisión y la atenta mirada de las compañeras. Nace Ábaco.

Ahora, Ábaco, Male y yo volvemos al Payró. A Ceci, Paz e Iván les muestro el lugar como si fuera el álbum de las fotos familiares. Y en uno de esos camarines que tan misteriosos me parecían en esa época, duerme desde hoy nuestro objeto fetiche. (Shhh...)

Vuelve Ábaco. Volvemos a contar.

Reestreno en el Teatro Payró.

El espectador no encontrará en Ábaco esos lugares comunes y estereotipos que abundan en los relatos de la historia reciente. Es sabido que cientos de hijos de desaparecidos fueron apropiados y ésta es materia de innumerables producciones artísticas, pero ¿qué pasó con aquellos que quedaron bajo la custodia de sus abuelos? ¿Qué ocurrió en esos hogares arrasados? Ábaco ilumina esta zona inexplorada al contar una historia en particular, la de esta niña y sus abuelos.

El 21 de septiembre a las 19.30hs en el Teatro Payró, la niña que fue vuelve a contar.

"La joven insurrecta", Las 12, Página/12, 13 de junio de 2008

Por Moira Soto

A las muchas obras firmadas por dramaturgas locales y extranjeras, algunas de las cuales figuran entre las más interesante de la cartelera teatral porteña –Mujeres en el baño, Adela está cazando patos, La madre impalpable, La música, Top Girls, entre otras–, se suma, y a mucha honra, el reciente estreno Abaco. Una pieza de Mariana Eva Pérez que toma la forma de un poema escénico, magníficamente interpretado por María Cecilia Belmonte, bajo la creativa, segura dirección de Fernando Suárez. Una pieza que abre su propio camino, emparentada con el movimiento de Teatro x la Identidad (Pérez estuvo allí desde el principio y presentó obras como Instrucciones para un coleccionista de mariposas) y su saludable apertura en las últimas ediciones, pero que da todavía un paso más allá.

Con sumo rigor, Abaco elude los riesgos del patetismo, evoca lacónicamente situaciones que ya están en la memoria colectiva (la escena del secuestro), y cambia el eje más recurrente en esta corriente teatral (cuando se elige como personaje a un hijo o una hija de desaparecidos/as: en este caso, la protagonista no ha sido robada, puesto que la criaron su abuela y su abuelo por parte de padre), produce una fisura osada si bien dolorosa en la idealización de los/as abuelos/as como familiares más aptos para hacerse cargo de nietas y nietos, a su vez hijas e hijos de desaparecidos/as. Mariana Eva Pérez subvierte los lugares transitados por el teatro vinculado a los efectos de la dictadura sin procurarse, al decir de Tzvetan Todorov, los beneficios de la buena conciencia. Por ende, su Abaco puede resultarle al público transformador y liberador.

El ábaco, ese antiguo instrumento para contar, calcular, realizar operaciones aritméticas está aquí representado por los blisters de pastillas diferentes que debe tomar la abuela de la protagonista para prolongar su vida. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho... cuenta esa mujer joven que quiere emanciparse, romper la dependencia de esa abuela que “algo hizo no bien...”, frase que se repite a través del texto como un ritornello. Como el tema principal de esta música de la laceración que no puede cicatrizar porque la nieta, que querría comprenderlo todo, no entiende a su abuela, no se identifica con ella, aunque en algún momento de piedad la redime por su historia de niña huérfana, pobre, abandonada, abusada, ignorante, fabriquera, peronista de la primera hora, que se casó sin estar enamorada...

Esa abuela que –el encono sube y baja como la marea– “algo hizo no bien con su hijo, con mi padre, algo que él no alcanzó a ver porque fue muerto demasiado joven”. Esa abuela a la que la chiquita indigente de besos le mendigaba amor, a la que la mujer joven le enrostra que no supo cuidar la perra de su papá, que no guardó la blusa verde de su mamá, que traicionó el deseo de sus padres de no bautizarla, que no miró sus cuadernos del colegio aunque sí guardó algunos. Justamente esos que ahora se lleva la nieta malquerida –que afortunadamente encontró refugio en el abuelo– junto con otras pertenencias (“me enterneció tanta basura mía que guardó”), dejando huecos que escriben un mensaje: el reclamo de ser reconocida como adulta responsable que quiere hacerse cargo, a su manera, de su abuela enferma: “Voy a quitarte a la niña que fui, ya no soy esa niña a la que podía hablarle mal de la otra abuela”. Es decir, la materna, la que fue privada de la custodia de la niña que vio al grupo de tareas secuestrar a su mamá y a su papá, aunque la abuela paterna se haga la desentendida. Esa niña que leyó en una carta, tan fogosa como todas las que él escribía desde chico, que su padre hablaba de “poner caños, de hacer un cana suelto para recuperar se arma”, y que ahora, ella, su hija, ruega, implora que por favor solo se trate de robar. Pero sabiendo que se trata de una súplica que ya no será atendida, así como el hambre de él, “de mi padre”, no será nunca saciada.

A lo largo de este texto que va abriéndose en flashes de la memoria disparada por ese recuento de pastillas que da pie al inventario sucinto afectivo de una vida, la tensión narrativa se sostiene y se acrecienta gracias al fluir sin notas en falso de un discurrir bellamente escrito, realzado por la puesta en escena, por el manejo de las pausas, las cadencias, las modulaciones que encuentran en María Cecilia Belmonte a una intérprete bien templada y generosamente jugada. Es digno de remarcar que este espectáculo tan logrado se armó en poco tiempo, con la participación –además del director, ya de regreso en París donde vive y trabaja, de las actrices Belmonte y Paz Rotoni– de Iván Vignau en el video, Alejandro Richichi en la escenografía y, sobre todo, el arte de María Giuffra, creadora de la serie de cuadros Los niños del Proceso, donde está La Niña subversiva (que ilustra esta columnita), presente en el programa de mano. Giuffra asimismo diseñó la turbadora imagen surrealista que surge al cierre de la obra, mientras se escucha una melodía como de cajita de música o de esos viejos peluches a cuerda. Final digno de esta pieza propicia a romper aquellos mares helados que, según Kafka, todo el mundo lleva a dentro.

Notas de una reunión de producción

Contado por Mariana.

Hoy estaba ordenando papeles en casa y encontré las notas que tomamos en la casa de Paz en la reunión del 29 de marzo.

La reunión éramos Ceci, Paz y yo, pizza, cerveza y fainá. Del hilo de algodón que cerraba la caja de la pizza surgió un juego, de ese juego una propuesta escénica para Fernando, de esa propuesta parte de la obra.

Íbamos pensando dudas, preguntas, ideas, que quedaron plasmadas en un papel:

- Sala de ensayo?
- Fiesta para recaudar: sábado 26?
- Tertulia: llama Ceci el lunes.
- Pasar en limpio lo del video, pasárselo a Iván, después a Fer.
- Paris Hilton.
- Presupuesto: prensa + video?
- Blog.
- Disfraz de sirena y peces de hule.
- Preguntar a Fernando qué se supone que espera cuando llegue.
- Pedir mis carpetas de artículos.

Sabíamos que algún día íbamos a leer "Paris Hilton" y "disfraz de sirena" y nos iba a dar risa. Pero en ese momento, "Tertulia" o "video" no parecían mucho menos descabellados.

Ping Pong | Cecilia

1. ¿Cuál fue tu primera sensación cuándo abordaste el texto?
Cuando lo leí la primera vez me tomó por sorpresa. No esperaba un texto tan hermoso y desgarrador.
No me imaginaba cómo íbamos a hacer para ponerle el cuerpo a esta historia. Así que decidí entregarme al pánico. Recuerdo que imprimí el texto y escribí con lápiz, en la primera hoja: “No sé cómo voy a hacer esto”. Después, en la primera reunión con Fernando, lo borré.

2. ¿Cómo fue tu rutina en este mes de vertiginoso ensayo?
Fue extremo. Ensayo todos los días, una pausa el domingo. Además de las actividades extra: flamenco, ensayo de “La Venus…”, teatro, terapia… no hay tiempo para familia, amigos y novio.
Fue así hasta que una faringitis me impuso unos días de descanso. “Descanso” es una forma de decir. No podía hablar, pero la cabeza funcionaba a mil.

3. ¿Qué descubriste más allá de la superficie del texto?
Descubrí:
- Gente muy valiente, que escapa a la queja y lo transforma en un objeto de arte.
- Gente muy segura de su intuición, que me enseñó a confiar.
- Gente muy cálida, desinteresada y preocupada por cada detalle, que hizo que me sienta más segura.
- Una miel exquisita de la colmena de Male, que era un bálsamo para mi garganta. (Sus palabras también lo fueron).

4. ¿Qué expectativas tenés con la obra?
Me encantaría que la gente que va a ver la obra se sienta modificada y tenga la necesidad de hablar acerca de lo que vio. De la historia de este personaje y de su propia historia.

5. Un momento feliz del proceso
El abrazo con Paz, en el camarín, cuando terminó la primera función.
El reguetón del miércoles a las 3.00 a.m.

"Drama personal y político", Crítica de la Argentina, 31 de mayo de 2008

En plan de catarsis o como vía para compartir su historia personal, Mariana Eva Pérez comenzó, hace ya algunos años, a escribir obras de teatro. Participó desde su fundación en Teatro x la Identidad, y en el marco de aquel ciclo presentó la conmovedora Instrucciones para un coleccionista de mariposas (que en la entrega 2002 dirigió Leonor Manso).

A pesar de que el evento constituye uno de los ámbitos más propicios para la creación y experimentación en el terreno del teatro de la memoria, hacía falta que Pérez se tirara, solita, a la gran pileta del under sin ningún reguardo institucional. Ábaco, su obra más reciente, constituye ese primer intento.

Como su trabajo previo, ésta es una obra (casi) completamente autobiográfica. Aquí, como en Instrucciones..., hay un monólogo dicho, gritado, llorado por una mujer (acaso su álter ego) que cuenta los días que lleva sin noticias de su abuela, la que la crió cuando sus padres desaparecieron. Lleva ocho días sin ella, sin preparar sus medicamentos, sin escuchar sus alaridos, sin que nadie le pida que se abrigue bien antes de salir. Van ocho días desde que se fue porque su abuela no quiere entender que ella –la que alguna vez fue una nena pequeña a la que había que cuidar– creció y ahora los roles tienen que invertirse.

Ábaco trata de eso, sí, pero sería un error pensar que ésta es solamente una historia familiar; la aparición esporádica de un segundo personaje que vuelve sobre la desaparición de los padres nos da pistas para entender la fragilidad de un vínculo espinoso, una convivencia que ninguna de las dos eligió.

Allí donde lo público y lo privado se confunden, el drama personal se convierte en bastante más que eso. Todo este interés que suscita la obra al principio se diluye, sin embargo, después de las primeras impresiones por un texto que se vuelve repetitivo y que no permite a las actrices crecer en intensidad.

Sin embargo, no se produce un estancamiento: el director Fernando Suárez convierte la obra –a partir de una escenografía sencilla, una cuidada dirección de actores y la inclusión de algunos detalles distintivos que aparecen llegando al final– en un trabajo de verdad interesante.

Natalia Laube

À plus, Fernando

Contado por Mariana.

Fernando todavía anda por este lado del planeta, pero ya nos despedimos.

Paz nos invitó a su casa y amasó ñoquis. Tenía muchas ganas de cocinar para nosotros.

Nos apuramos a repasar aciertos y problemas del estreno antes de que el vinito hiciera de las suyas. También aparecieron las confesiones que no nos animábamos a hacernos antes, los miedos, las inseguridades.

Fernando nos contó que su premisa fue hacer audible el texto de Ábaco, por momentos demasiado duro. Que su intención fue generar una "escucha solidaria" en el público, creando momentos y situaciones que den respiro al espectador. La segunda presencia en escena (la que compone Paz) y la imagen que cierra la obra, tienen que ver con eso.

El trabajo con Fer fue para todos los que participamos en el proyecto una suerte de seminario intensivo de teatro. El abordaje respetuoso pero imaginativo del texto dramático, la estrategia elegida para trabajar con las actrices en tan poco tiempo, los juegos que inventó para ayudar a Ceci en la creación de su personaje, su negativa a intelectualizar demasiado, la disciplina en los ensayos, la amabilidad y el respeto en el trato con cada uno de nosotros, son enseñanzas que nos deja.

También nos quedamos con sus frañoladas, como "mimar" por "hacer mímica" y "lurdón" por "pesado", y su modo de empezar una palabra en castellano y terminarla con la pronunciación francesa ("intuición" era castellano en las dos primeras sílabas y decididamente francés al final, como en "intuition").

No queríamos despedirnos. El vino fluía como antídoto contra tanto frío. Al momento del postre, Paz nos siguió sorprendiendo: panqueques con dulce de leche. La conversación devino pavada, como tenía que ser. Se hizo la hora de los abrazos y los adioses. Chau, Fernando, gracias por tanto teatro.

Nos quedamos solas las actrices y las asistentes. Charla de chicas. Mucha risa. Era plena madrugada de un día de semana, pero corrimos los muebles y nos pusimos a bailar. Ritmos latinos, samba, reggaeton.

Con la partida de Fer, se cierra un ciclo de Ábaco y comienza otro.

Y para mí, cualquier cosa que comience haciendo espacio para bailar, promete.

Con Fer nos reencontraremos quién sabe cuándo, quién sabe dónde, y seguramente ahí también bailaremos de alegría.

Ping Pong | Paz


1. ¿Cuál fue tu primera sensación cuándo abordaste el texto?
¡Qué difícil debe ser actuar esto!, recuerdo que lo leí en el colectivo camino al trabajo, Mariana me lo paso antes de que surgiera lo de montar la obra.
La sensación en el cuerpo fue de piel de gallina y de mucha emoción. Después le di mi humilde devolución a Mariana, pasaron algunos meses y ahora estoy poniendo el cuerpo a este texto.

2. ¿Cómo fue tu rutina en este mes de vertiginoso ensayo?
Uhhhhhhhhhhh días muy largos, a veces creo que no soy yo quien sobrevivió a este mes… Por las mañanas ensayos de Ábaco, al mediodía corría para el trabajo, a las 18 hs. caminaba (ya estaba un poco más cansada) depende el día de la semana para algún ensayo de otra obra o clase de teatro o clase de canto y tipo 01:00 a casa. Es bastante agotador pero es lo que quiero hacer aunque el cuerpo se queje a veces.

3. ¿Qué descubriste más allá de la superficie del texto?
Descubrí que el dolor se puede transformar en un proceso hermoso como éste. Descubrí personas lindas y amables que hicieron que transitara tranquilamente por este tiempo de tanta exposición en donde el actor compone su personaje.

4. ¿Qué expectativas tenés con la obra?
Dejar algo en las personas que nos vayan a ver, que cuando se sienten a cenar después de la función discutan sobre la obra… eso, que no es poco, ¿no?

5. Un momento feliz del proceso...
Cuando el living de la casa de Mariana empieza a transformarse en el espacio teatral, la rutina de tapar el espejo y la tele, acomodar los sillones, la mesa y las sillas cual rompecabezas. Al mismo tiempo, Ceci y yo nos vamos a cambiar al baño, esas mini charlas, es ahí donde aparecen los miedos mientras vocalizamos o pasamos el texto con un corcho en la boca… prepararnos para hacer lo que amamos, eso para mí es un momento de felicidad.

El estreno

Sala llena.

Las actrices, encendidas.

La técnica, ajustadísima.

En la cabina la sensación era de fiesta.

En la platea, un silencio solidario, como diría Fer.

Un aplauso eterno que fue como un bálsamo.

Fer habló al final. Allá, en Francia, se estila en los estrenos.

Ábaco ya está en cartel.

Una foto del ensayo general


De espaldas, Ceci.

En la platea, Fer.

Las piernas en la escalera son de Pablo, el operador de luces de La Tertulia.

Sábado 24 de mayo, a horas del estreno.

Gacetilla de prensa | Estreno


Una muchacha cuenta. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Cuenta medicamentos para su abuela enferma. Cuenta los días que lleva sin noticias de ella. Cuenta la historia de esa abuela que la recibió cuando sus padres fueron desaparecidos y la cuidó a su manera.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Hace ocho días le dejó el pastillero con la dosis de una semana, con el anticoagulante que puede prolongar su vida, pero que también puede desangrarla.

Hace ocho días, se llevó sus fotos, sus muñecas, sus cuadernos, dejando un hueco en la casa de la abuela. Una estrategia: quitarle a la niña que fue si la abuela no acepta que ahora los roles tienen que invertirse y la muchacha es la adulta que puede hacerse cargo.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Un decir obsesivo que busca reponer un sentido, trazar una genealogía, comprender y perdonar. Un rosario interminable de preguntas sin respuesta, de reclamos sin atender, de recuerdos y olvidos.

Un intento de aligerar el peso de la sangre, de alivianar el trabajo del corazón. De eso trata Ábaco.

Mariana Eva Perez, como dramaturga e investigadora, viene transitando estos temas desde su producción teatral y académica. Su condición de hija de desaparecidos y sus años de militancia en el campo de la memoria han sido la cantera de la que ha tomado la materia prima para sus obras Instrucciones para un coleccionista de mariposas, La muñeca, Las secuelas, Sin voz y los monólogos testimoniales para teatroxlaidentidad Manos grandes y Mi hijo tiene ojos celestes.
Estos materiales eluden los lugares comunes en los que habitualmente caen las producciones artísticas que hablan de la historia reciente y apuntan a desmitificar a sus protagonistas.

Ábaco forma parte de esta serie.

Una experiencia: París – Buenos Aires

La puesta en escena de Ábaco parte del encuentro entre Mariana Eva Perez y Fernando Suárez, actor y director argentino, con residencia en París.

Suárez realizó en la Sorbona su Licenciatura en Artes Escénicas y un master sobre “Dramaturgias de la Memoria”, a partir de la dramaturgia de teatroxlaidentidad. Así fue como tomó contacto con la producción de Mariana.

Ábaco lo convoca a volver a la escena porteña con una propuesta vertiginosa: durante sólo un mes, trabajar con las actrices María Cecilia Belmonte y Paz Rotoni para poner la palabra en acción, para que el texto de Mariana cobre vida.

El silencio

Contado por Mariana.

Pensaba que iba a escribir inconteniblemente para este blog durante los ensayos.

Pero no.

A mí, a todos, nos ha ganado el silencio.

Nos duele la garganta, nos quedamos sin voz. O solamente se nos acaban las palabras.

O quizás los otros sí hablan entre ellos y lo difícil es hablar conmigo. Como dijo Ceci, ya sería bastante estar ensayando delante de la autora y a eso hay que agregarle este plus de la autorreferencialidad.

Para mí, todo está sucediendo en el escenario y no tengo necesidad de comentar eso que sabemos que pasa.

Pero vuelvo a casa y quisiera contarle a los míos y tampoco tengo palabras.

Y escribo esto y ahora me parece obvio: no tengo más palabras porque se las di a Ceci y a Paz, porque son de ellas ahora.

De eso se trata escribir teatro. De soltar las palabras para que otros las hagan propias.

Ensayos en Aguilar

Contado por Mariana.

Tengo una casa vieja muy grande. Antigua casa chorizo. Techos alto, pisos de madera.

Como muchos hijis.

Como muchos hijis, salí corriendo a comprarme una casa. Y como muchos hijis, siempre tuve, y sigo teniendo, problemas con mi casa.

Es demasiado grande, como si tuviera que caber en ella toda la familia que no tengo. Me queda grande. No pude construirme ni un solo rincón mío.

Tiene demasiada carga simbólica. En el patio hay un mural hecho por Munú. Munú compartió cautiverio con mi mamá en la ESMA. Ahí, mi mamá hablaba de la casa grande que se iban a comprar ella y mi papá cuando los liberaran, donde vivirían con los muchos hijos que querían tener, de los cuales yo iba a ser la mayor. Cada vez que riego las plantas, pienso en eso. Es demasiado.

La casa estaba recién comprada y en obra cuando encontré a mi hermano. Desatendí la obra y, como a muchos hijis, el contratista me cagó. Y eso que dos de los albañiles eran también hijis. De esto hace ocho años y todavía tengo puertas sin lijar y contramarcos que no pegan con los zócalos porque los originales me los arruinaron y el techo del lavadero mal hecho que se llueve.

Hasta hace poco tiempo, tenía muchos muebles prestados y objetos usados que me regalaron para que llene tanto vacío. Casi nada de todo eso me gustaba.

Pero…

Mi casa fue la sede de “La Tertulia de Aguilar”, el ciclo de teatro leído que organizamos con las compañeras del Taller de Dramaturgia de Patricia Zangaro en 2006.

Y gracias a la habitación que alquilo conocí a Simone, a Tom y a tantos más.

Y el año pasado Aguilar, como me resulta más fácil decirle, fue el escenario de la mejor fiesta de mi vida. Entre amigos y colados, más de noventa personas me desearon feliz viaje, en el mayor derroche de buena onda del que fui objeto jamás.

Me iba a Europa por tres meses a tomar contacto con gente de teatro que me interesaba. Así de vago era el propósito.

O no tanto, porque aquí estamos. Porque una de esas personas era Fernando, que hoy es el dire de Ábaco.

Y Aguilar es nuestra sala de ensayo.

Me reconcilio con esta casa demasiado grande cuando gracias a este mismo exceso puedo ensayar con compañeros para las muestras del estudio de Clau y Fabi, prestarla para un cumple, recibir a cinco parientes de Córdoba, albergar a Male para que dé sus clases de francés.

Cuando Nidia, mi inquilina colombiana, se ríe con Cristóbal, su amigo mexicano, en el comedor, yo, que no los conozco, también sonrío desde la cocina.

Cuando Ceci y Paz ocupan sus lugares en el estar vacío y se concentran, cuando Ceci da un par de pasos y se ubica y empezamos, en ese segundo en el que de pronto el estar se transforma en escenario, me reconcilio.

Y mi decidido anhelo de mudarme a un lugar más pequeño, más impersonal incluso, se diluye en una incertidumbre con la que no sé lidiar bien.

Pero lo que sí es cierto es que en Aguilar crece Ábaco día a día.

Que ya Paz no me pregunta si abre la puerta cuando suena el timbre: va hacia las llaves, se equivoca y toma otra, pero ya no pregunta. Que tampoco nadie pregunta si el baño esto o si el mate lo otro. Que ya otros reconocen las últimas luces del día dentro de la casa.

Entre las muchas cosas inciertas que hay en mi vida, se destaca esta certidumbre de que los ensayos de Ábaco en casa tienen destino de recuerdo feliz.

Acabo de escribir “casa” y no “Aguilar”. Y así lo dejo.

Acerca de las actrices

María Cecilia Belmonte
Actriz y bailarina. Durante diez años, en su Tierra del Fuego natal, cursó estudios de danzas clásicas, jazz y flamenco. Ya afincada en Buenos Aires, comienza su investigación en torno al teatro. Cursa estudios con Alicia Bruzzo y profundiza su formación con Claudio Quinteros y Fabiana Mozota.
Desde el 2000, participa como actriz en la Obra El Herrero y el Diablo, presentada en el “Festival de Teatro del Cono Sur Chileno - Argentino”, en la Ópera La Traviata, en el ciclo de monólogos Miradas. Actualmente ensaya para la reposición de La Venus de las Pieles, sobre textos de Leopold von Sacher-Masoch, con dirección de Claudio Quinteros.



Paz Rotoni
Comienza su formación actoral con Maria Inés Sancerni. Paralelamente, realiza cursos de entrenamiento corporal en el IUNA y canto con Karina Antonelli y Nora Pessolano.
Actualmente continúa su formación con Claudio Quinteros y Fabiana Mozota.
En teatro, participó de la obra Miradas, El Mecanismo de Kilby y La Venus de las Pieles, esta última con dirección de Claudio Quinteros. Se encuentra ensayando Nuestros Padres, bajo la dirección de Nayla Posse.

Acerca del director

Fernando Suárez

Comienza su formación artística en Buenos Aires. Es egresado de la escuela de Arte Dramático de Alejandra Boero y cuenta con una formación en canto, danza contemporánea y artes plásticas. Actúa en obras de repertorio clásico (Lorca, Shakespeare, Chejov) como contemporáneo (Arlt, Copi, Coward) y en creaciones diversas, en particular con Mónica Cabrera en el Centro Cultural Recoleta.
En 1999 participa del Festival de Tango en Paris y decide instalarse en Paris. Allí integra la célebre escuela de teatro “Cours Florent”. En la universidad de la Sorbona, obtiene la Licencia Profesional en artes escénicas y el Master sobre “Dramaturgias de la Memoria”, trabajo basado sobre la dramaturgia de teatroxlaidentidad.
En Francia actúa en diversas creaciones teatrales como por ejemplo: María Sangrienta, basada en Maria Tudor de Victor Hugo; La Mueca, de E. Pavlovsky (puesta de lectura en el Théâtre de la Cité Internationale); Melita, de Pierre Corneille (Théâtre 13).
Atraído por la dirección, crea en 2003 la Compañía de Teatro Plott, con la que dirige su primera creación Entre París y Buenos Aires (Teatro Essaïon en Paris. Su espectáculo fue invitado para abrir el festival de verano en el Teatro Jacques Cœur de Bourges). Con Rostros sin palabra y palabras sin rostro, en 2006, da a conocer al público francés el movimiento teatral teatroxlaidentidad (Auditorio de la embajada argentina en Paris). Aoï, de Yukio Mishima, su tercera puesta, fue presentada en el Teatro ‘Le Proscénium’, en Paris, 2007.

Acerca de la dramaturga


Mariana Eva Perez

Nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1977. Es Licenciada en Ciencia Política y ha obtenido becas de la UBA y de la Fundación Antorchas para desarrollar sus investigaciones sobre memoria e identidad.
En 1990, las Abuelas de Plaza de Mayo publicaron su primer libro de poemas y prosa, Algún día…, en coautoría con Yamila Grandi. El mismo se editó en Francia bajo el título Détenu...disparu. Poèmes et contes d' Argentine et du Chili (Éditions L'Harmattan, Paris, 1993).
Para Abuelas de Plaza de Mayo compiló y corrigió diversas publicaciones. Participó desde su fundación en el ciclo teatroxlaidentidad (txi).
En 2002 escribió la obra Instrucciones para un coleccionista de mariposas para txi, que fue dirigida por Leonor Manso e interpretada por María Figueras.
Ese mismo año comenzó a participar del Taller de Dramaturgia de Patricia Zangaro, ámbito desde el cual escribió para txi los monólogos testimoniales Manos grandes y Mi hijo tiene ojos celestes, y textos teatrales inspirados en historias de vida de desaparecidos, reconstruidas por el Proyecto de Investigación del Archivo Biográfico Familiar de Abuelas de Plaza de Mayo.
En 2003 estrenó La muñeca y Cerrar la puerta, en el marco del espectáculo Fragmentos. La muñeca participó en distintos festivales teatrales en Bolivia y fue reestrenada en Buenos Aires en txi 2004.
Las obras de txi participaron de las diferentes ediciones españolas del ciclo y fueron publicadas en Teatro x la Identidad. Obras de teatro de los Ciclos 2002 y 2004 (Ed. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología y Abuelas de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2005).
Instrucciones… fue traducida al francés y representada en el Festival Voix de Femmes, Bruselas, en 2005, con dirección de Rubens Correa. Fue repuesta en txi 2005 y en 2006 integró txi Itinerante.
Durante 2006, produjo el ciclo de teatro leído “La Tertulia de Aguilar”. Allí se realizaron lecturas de varios de sus textos, entre ellos Ábaco.
Fernando Suárez incorporó su monólogo Sin voz al espectáculo Rostros sin palabra y palabras sin rostro, representado en la Embajada de Argentina en París en noviembre de 2007, con la actuación de Hernán Bonet.
Su obra Peaje se ensaya actualmente con dirección de Javier Margulis y actuación de Isabel Quinteros y Mathías Carnaghi.
Sigue estudios de actuación con Claudio Quinteros y Fabiana Mozota.

La paella

Contado por Mariana.

Viernes a la noche. Cena en casa. Iván quiso cocinar para todos. Llegamos casi juntos. Menú: ¡paella! Iván ya hizo todas las compras.

Male también llega temprano, pero al ver los calamares enteros, con ojos, decide salir a dar una vuelta (es vegetariana).

Iván supervisa la medida de fernet que voy sirviendo y me enseña a pelar los calamares. Charlamos sobre la renuncia del ministro, sobre la necesidad vital de hacer lo que a uno le gusta, sobre mi hermano.

Ceci y Paz llegan puntuales. Vienen de estudiar el texto juntas en un café. Me dan ganas de ser una arañita que baja del techo sobre la mesa en la que las chicas discuten el texto.

Llega Ale. Y María. Y más tarde Flor.

Paz e Iván se hacen compinches enseguida. En el patio, Ceci conversa con Ale. Descubro que María, con quien tengo una relación uno a uno, es tímida.

En una cacerola aparte se cocina el arroz con vegetales para Male. En la olla grande, desborda de promesas la paella.

Anuncio: “hoy es el último día que hablo de mi abuela”, pero no digo nada.

Sacamos la mesa del comedor al patio. Hay muchas sillas diferentes, muchos cubiertos diferentes, muchos vasos diferentes. Somos muchos.

Se arma sola una ronda de presentaciones donde cada uno cuenta su relación con el teatro… y con las mascotas. María dice: “yo soy la cabeza de oso” y habla de sus axolotes.

Yo no hablo de teatro. Ahora que lo pienso, si bien yo los convoqué a todos, no todos conocen mi historia con el teatro. Sí digo que tuve una gata que ahora vive en San Pablo y que esta noche, extraño.

Casi no hablamos de Ábaco.

Se van Paz y Ceci. Paz me hace notar que, a pesar de mi advertencia, no conté nada sobre mi abuela.

Le cuento.

Que el día que supe que íbamos a firmar el contrato con la sala, recordé de pronto cómo me llamaba mi abuela. Mi abuela murió hace dos años y medio y yo, que solía decir de mí misma que era Funes el memorioso, lo había olvidado.

Marita. Diminutivo de Mari. Diminutivo de diminutivo. “Soy la niña de las dos colitas peinada por ella”.

Así me llamaba: Mari o Marita. Marita me mataba de la dulzura. Y yo que me cuento el cuento de que mi abuela no tenía gestos cariñosos conmigo.

En un momento sólo quedamos Flor, Male, Iván y yo. Flor quiere mostrarme alguna imagen que le llamó la atención en la página web de María. Vemos varias pinturas y dibujos. También vemos su corto “La Matanza”, en un silencio total. Cuando termina les cuento que es la historia del asesinato del papá de María.

Queda sólo Male, que perdió la última lancha a su guarida en el Tigre. La primera noche de Ábaco se va perdiendo en la niebla del vino y el sueño.

Y yo me voy a la cama pensando una vez más que ya no quiero hacer nada en lo que no haya amor.

Ábaco «o las cuentas del desorden»


La dramaturgia moderna estaría, según Bernard Dort, «en la búsqueda de un orden». Esto constituye una diferencia esencial respecto a las dramaturgias clásicas, que han sido creadas a partir de un orden pre-establecido: «… Allí donde la dramaturgia clásica constataba un acuerdo (el acuerdo de la obra y su modo de representación), nuestra dramaturgia trata de construir, cada vez (…) La dramaturgia clásica componia la obra según un cierto orden escénico. La dramaturgia moderna está en búsqueda de un orden…», escribe Dort. [1]

Ésta ha sido para mí, una reflexión clave a la hora de abordar las dramaturgias que tratan de la memoria. Me inclino a pensar que esta cuestión de «un orden» (que lleva implícito la existencia de un desorden), constituye un elemento clave de la palabra de la identidad y de la memoria; palabra que propongo llamar, de la desaparición.

Ábaco se ajusta a esta regla y es por esto un texto representativo del desorden característico en la palabra de las llamadas «dramaturgias de la memoria». Pero al mismo tiempo, el desorden de la narración existe al interior de un cierto orden, que parece escaparnos y al que sólo la protagonista tendría «acceso».

Desde un punto de vista escénico, creo que lo primero a evitar es intentar reestablecer un cierto orden, ya que esto implicaría eliminar el centro neurálgico del discurso biográfico, el motor no sólo de la palabra sino tambien de la ausencia de ésta. Dicho de otra manera, la posibilidad y la imposibilidad de decir la catástrofe. El desorden de la palabra no es otra cosa que el resultado de otro desorden, el biográfico, y es en la lucha interna de la protagonista por reestablecer un equilibrio, donde yace ineluctable el origen del caos, es decir la Duda.

Ábaco es, por su forma y su contenido, un texto complejo, es decir de una gran riqueza. La propuesta de montarlo escénicamente no podía menos que seducirme.

Así, el teatro nos une para intentar no de reestablecer un orden a la voz de Ábaco, sino más bien para abrir un camino de imágenes, gestos y sonidos, sensibles a la palabra… Sin olvidar que ir al encuentro de estas voces, es ante todo ir al encuentro del silencio y al interior de una lucha -la de la protagonista- por colmarlo.

Un texto que permite a la escena devenir paisaje de la interrogación y de la memoria: el teatro recobra así una de sus funciones primordiales.

Fernando Suarez, París, 10/03/2008

[1] Dort, Bernard, « Dramaturgie », « L’état d’esprit dramaturgique », Théâtre Public, N° 67, 1957-1966, p.8