La paella

Contado por Mariana.

Viernes a la noche. Cena en casa. Iván quiso cocinar para todos. Llegamos casi juntos. Menú: ¡paella! Iván ya hizo todas las compras.

Male también llega temprano, pero al ver los calamares enteros, con ojos, decide salir a dar una vuelta (es vegetariana).

Iván supervisa la medida de fernet que voy sirviendo y me enseña a pelar los calamares. Charlamos sobre la renuncia del ministro, sobre la necesidad vital de hacer lo que a uno le gusta, sobre mi hermano.

Ceci y Paz llegan puntuales. Vienen de estudiar el texto juntas en un café. Me dan ganas de ser una arañita que baja del techo sobre la mesa en la que las chicas discuten el texto.

Llega Ale. Y María. Y más tarde Flor.

Paz e Iván se hacen compinches enseguida. En el patio, Ceci conversa con Ale. Descubro que María, con quien tengo una relación uno a uno, es tímida.

En una cacerola aparte se cocina el arroz con vegetales para Male. En la olla grande, desborda de promesas la paella.

Anuncio: “hoy es el último día que hablo de mi abuela”, pero no digo nada.

Sacamos la mesa del comedor al patio. Hay muchas sillas diferentes, muchos cubiertos diferentes, muchos vasos diferentes. Somos muchos.

Se arma sola una ronda de presentaciones donde cada uno cuenta su relación con el teatro… y con las mascotas. María dice: “yo soy la cabeza de oso” y habla de sus axolotes.

Yo no hablo de teatro. Ahora que lo pienso, si bien yo los convoqué a todos, no todos conocen mi historia con el teatro. Sí digo que tuve una gata que ahora vive en San Pablo y que esta noche, extraño.

Casi no hablamos de Ábaco.

Se van Paz y Ceci. Paz me hace notar que, a pesar de mi advertencia, no conté nada sobre mi abuela.

Le cuento.

Que el día que supe que íbamos a firmar el contrato con la sala, recordé de pronto cómo me llamaba mi abuela. Mi abuela murió hace dos años y medio y yo, que solía decir de mí misma que era Funes el memorioso, lo había olvidado.

Marita. Diminutivo de Mari. Diminutivo de diminutivo. “Soy la niña de las dos colitas peinada por ella”.

Así me llamaba: Mari o Marita. Marita me mataba de la dulzura. Y yo que me cuento el cuento de que mi abuela no tenía gestos cariñosos conmigo.

En un momento sólo quedamos Flor, Male, Iván y yo. Flor quiere mostrarme alguna imagen que le llamó la atención en la página web de María. Vemos varias pinturas y dibujos. También vemos su corto “La Matanza”, en un silencio total. Cuando termina les cuento que es la historia del asesinato del papá de María.

Queda sólo Male, que perdió la última lancha a su guarida en el Tigre. La primera noche de Ábaco se va perdiendo en la niebla del vino y el sueño.

Y yo me voy a la cama pensando una vez más que ya no quiero hacer nada en lo que no haya amor.