"La obra habla de un mundo que está en silencio: las familias"

Algunos comentarios del público:

Vera Jarach. Integrante de la Fundación Memoria Histórica y Social Argentina y de la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos en Argentina:

Me queda una frase muy significativa: “si fuera la abuela de otro la entendería, pero es mi abuela”. Esto es así en tantas relaciones que tienen que ver con nosotros y nuestra identidad, sobre todo cuando hay rastros de dramas que determinan muchas de nuestras respuestas y los sentimientos conflictivos, a menudo contradictorios, que nos acompañan toda la vida.
Como el teatro nos mueve a reflexionar sobre nosotros mismos te cuento una pizca de lo que significa “abuelaje” para mí. Sobre todo dos cosas: los abuelos de mi infancia truncada a los diez años por las leyes raciales en Italia y el exilio de mi familia base. En Italia quedaron dos abuelos: el materno que luego fue deportado en el ‘43 a Auschwitz y la abuela paterna que se quedó con tíos en Toscana y murió en una casa de campesinos huyendo justo en el momento de mayor enfretamiento entre los nazi-fascistas y el avance aliado. Por el resto de mi vida sentí esta ruptura de la relación y sobre todo me marcó la deportación del abuelo que, cuando “desapareció” mi hija, siempre mencioné para relacionar los dos hechos en varias analogías.
El segundo tema es la falta, imposibilidad, de un propio abuelaje ya que Franca era mi única hija. Entre los dos temas, ausencias, frustraciones, el dolor del pasado que no pasa, hay algo más porque muchas veces, cuando Franca tuvo su segundo novio, me decía a mí misma que iba a tratar de ser, si esto ocurría, una abuela entusiasta y... moldeable, según las demandas tanto de mi hija como de los nietos.
No pudo ser y, en verdad, tengo algunos nietos “postizos” (como Wernie y Santiago, los autores de La otra Juvenilia, por ejemplo) que, aunque no pueden reemplazar los que hubieran sido los reales, son una gran vivencia, también porque se suman factores de fuerte amistad.

Damián Melcer:

Por un lado, la temática más general basada en la dinámica familiar me parece muy clara y profunda. Las sensaciones encontradas y esa aparente imposibilidad de salir del círculo creado.
Por otro lado, la pregunta que impulsa una de las escenas en donde la actriz se pregunta (deseándolo) si su padre estuvo involucrado en un robo. Esa pregunta-deseo que quiebra con la idea social de que un hijo (más un hijo de desaparecido) no cuestiona lo que sus padres hicieron. Llegando, incluso, a poder no compartirlo. Me pareció que se pone, de esta manera, en evidencia lo que muchas veces se supone pero nunca se ha dicho. (Quizás sí, pero yo no lo he escuchado...)
También me parece, y acá entro en lo que a una concepción mía se trata, que a pesar de la frase: “Si fuera otra abuela, la entendería....pero es la mía” (que a mí me resonó como una frase en oposición a aquellos que opinan sin haber vivido directamente esa matanza), a pesar de eso digo que toda la crisis al interior de esa célula (la familia) es denuncia de un cuerpo que también está en crisis, o al menos convive con la crisis celular por lo que, puede pensarse, la arrastra consigo y desde ahí es entonces que me suena a un texto también de denuncia política y social. Es decir que aparece en evidencia cómo el mundo privado, particular se constituye por, y a través de, lo social. La falta de justicia a escala social es el quiebre (los silencios, las vergüenzas, las angustias, los dolores de cabeza) en las esferas particulares.
Me quedó resonando la frase “Algo no hizo bien mi abuela...”, en el sentido de que, figurativamente, reemplazando a “abuela” por “justicia”, “gobierno”, o “estado”, tendríamos como resultado la figura social general que actuó “no haciendo”. Es decir, tuvo una acción y esa acción fue (y es) dañina; la figura “abuela” aparece -a mi entender- personificando las esferas sociales que “no hicieron...”
En síntesis, la obra habla de un mundo que está en silencio (las familias) a pesar de montarse sobre un hecho social del que se habla. La habilidad de la misma está en que, durante toda la obra, ese hecho rodea, abiertamente, a la escena que se sostiene.

¡Gracias, Vera! ¡Gracias, Damián!

Gacetilla de prensa | Reestreno en el Teatro Payró

Vuelve Ábaco. Volvemos a contar.

Una muchacha cuenta. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Cuenta medicamentos para su abuela enferma. Cuenta los días que lleva sin noticias de ella. Cuenta la historia de esa abuela que la recibió cuando sus padres fueron desaparecidos y la cuidó a su manera.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Hace ocho días le dejó el pastillero con la dosis de una semana, con el anticoagulante que puede prolongar su vida, pero que también puede desangrarla. Hace ocho días, se llevó sus fotos, sus muñecas, sus cuadernos, dejando un hueco en la casa de la abuela. Una estrategia: quitarle a la niña que fue si la abuela no acepta que ahora los roles tienen que invertirse y la muchacha es la adulta que puede hacerse cargo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Un decir obsesivo que busca reponer un sentido, trazar una genealogía, comprender y perdonar. Un rosario interminable de preguntas sin respuesta, de reclamos sin atender, de recuerdos y olvidos.
Un intento de aligerar el peso de la sangre, de alivianar el trabajo del corazón. De eso trata Ábaco.

Mariana Eva Perez, como dramaturga e investigadora, viene transitando estos temas desde su producción teatral y académica. Cuando Mariana tenía quince meses, sus padres, militantes montoneros, fueron detenidos-desaparecidos; la madre estaba embarazada. La abuela materna se integró a Abuelas de Plaza de Mayo para buscar al nieto robado, mientras los abuelos paternos se hacían cargo de la nieta. Los primeros textos de Mariana fueron poemas y cartas para ese hermano lejano que finalmente encontró en el año 2000, apropiado por un agente de inteligencia de la Fuerza Aérea y su esposa. En 2002 escribió para teatroxlaidentidad su primera obra, Instrucciones para un coleccionista de mariposas, que da cuenta de este encuentro. Desde entonces escribió varias piezas relacionadas con temas de memoria e identidad.

La puesta en escena de Ábaco parte del encuentro entre Mariana y Fernando Suárez, actor y director argentino, con residencia en París. Suárez realizó en la Sorbona su Licenciatura en Artes Escénicas y un master sobre “Dramaturgias de la Memoria”, a partir de teatroxlaidentidad. Así tomó contacto con la producción de Mariana.

El espectador no encontrará en Ábaco esos lugares comunes y estereotipos que abundan en los relatos de la historia reciente. Es sabido que cientos de hijos de desaparecidos fueron apropiados y ésta es materia de innumerables producciones artísticas, pero ¿qué pasó con aquellos que quedaron bajo la custodia de sus abuelos? ¿Qué ocurrió en esos hogares arrasados? Ábaco ilumina esta zona inexplorada al contar una historia en particular, la de esta niña y sus abuelos. Y lo hace de un modo impiadoso y osado, que se vuelve audible en las voces y se hace carne en los cuerpos de las actrices Cecilia Belmonte y Paz Rotoni.

El 21 de septiembre a las 19.30hs en el Teatro Payró, la niña que fue vuelve a contar.

Ensayos en el Payró

Contado por Mariana.

Ensayamos en el Payró.

En ese teatro, en lo que Male llamaba "el sotanito", tenía lugar el taller de dramaturgia de Patricia Zangaro.

Ahí fui a dar con mi primer borrador de lo que sería Ábaco. Una especie de poema largo, larguísimo, catártico, llorado. Y una pregunta: "Patricia, ¿esto es teatro?". Patricia responde algo así como que hoy el teatro se define por su virtualidad escénica. Yo traduzco para mí: si puedo verlo sobre un escenario, es teatro.

Patricia me incita a dejar atrás la catarsis y trabajarlo. Eso hago, bajo su supervisión y la atenta mirada de las compañeras. Nace Ábaco.

Ahora, Ábaco, Male y yo volvemos al Payró. A Ceci, Paz e Iván les muestro el lugar como si fuera el álbum de las fotos familiares. Y en uno de esos camarines que tan misteriosos me parecían en esa época, duerme desde hoy nuestro objeto fetiche. (Shhh...)