Palabras del director, desde París

Contado por Fernando.

Estoy en deuda. No se porque razon tardé tanto en escribirles. Supongo que fue una manera inconsciente de «no regresar» del todo, de decir «no me fui, me quedé ahí, con Ábaco, con ustedes…»

Ábaco fue un viaje en sí. Un viaje inolvidable al encuentro de artistas valiosos y valientes: Mariana, Cecilia, Paz, Male y todos aquellos que hicieron posible la puesta.

Pero también, ha sido un viaje al reencuentro de una manera de hacer teatro, llena de significado para mí. En este sentido, diré que Ábaco ha sido un ‘viaje’ que renovó mi fe en el teatro, en la fuerza maravillosa del escenario cuando se lo habita con Verdad, con Humildad, con Amor. En suma, Ábaco ha sido un viaje reparador.

Me gustan los textos que interrogan la escena, que comprometen las reglas de representacion, los «textos con savia». Cuando Mariana me confió la palabra de Ábaco, sabía que debía confrontarme a una serie de encrucijadas escénicas. Que para realizar mi objetivo de ‘hacer audible la palabra’ de Ábaco, de fomentar aquella ‘escucha solidaria’ que hoy se evoca, debía dar cuenta no sólo de una cuidada dramaturgia, sino también, de una relectura de las voces del texto. Esto -a lo que incluyo todas las propuestas escénicas-, no hubiera sido posible sin la confianza amplia y tierna de Mariana, que agradezco profundamente.

Este proyecto coincidió con mi deseo de reestablecer un puente artístico con Buenos Aires. Ábaco es, en gran parte, el primer paso en ese puente.

Hablé de confianza, de humildad, de verdad. Esta palabras abrazan Cecilia y Paz, quienes - sin saberlo tal vez - amansaron mis temores. Queridas Paz y Cecilia, gracias por todo lo entregado y lo que siguen dando.

(…)

Y después de este maraton, regresé. ¿Regresé? Sí, vamos… Miro por la ventana y la geografía urbana me dice «Sí». Me consuelo en la idea de recuperarlos, para esto o para otro proyecto. O simplemente de volver a compartir unos ñoquis (exquisitos) en casa de Paz, juntos…

Los domingos tengo teatro, los acompaño.

"Pasar el cepillo a contrapelo" | Revista Inrockuptibles, octubre de 2008

Por Ana Wajszczuk.

Las primeras obras de Mariana Eva Perez nacieron para el público dentro del marco contenedor de Teatro x la Identidad: como hija de militantes desaparecidos y nieta de dos abuelas de Plaza de Mayo, su cantera de trabajo ha sido las huellas y fisuras que la dictadura ha marcado en la historia de su generación. Sin embargo, lo que separa su producción de TxI e impulsa a las dramaturgias de la memoria a un nuevo interrogante es la subversión que se da en sus obras de los lugares comunes sobre los hijos de desaparecidos. Con el estreno de Ábaco, su primera puesta fuera del circuito TxI, Perez confirma esta vocación de pasar el cepillo a contrapelo a su historia privada y a la historia social y política del país. La obra, con una puesta en escena austera que realza el drama –entendido en su sentido originario de acción-, es un monólogo escrito a la manera de un poema, que se carga en la sentida interpretación de Cecilia Belmonte como la nieta que cuenta los medicamentos que la abuela que la crió y hoy no le habla necesita tomar para sobrevivir. La tensión se mantiene por el contrapunto con la iluminación y un segundo personaje en escena, que permite al espectador transcurrir sin agobiarse por ese amor contradictorio entre la abuela y la nieta que “le dejaron”. Sin idealizaciones y lejos de lo políticamente correcto, Ábaco explora y desarma estereotipos sobre lo que significa ser un “hijo de desaparecidos”, pero logra, además, ir más allá e interpelar al espectador dándole cuerpo a las contradicciones y fragilidades de los vínculos familiares, mostrando un mundo privado que siempre y en toda situación es también político.

Entrevista

Entrevista con Mariana Eva Perez, dramaturga e investigadora, sobre su pieza teatral Ábaco, dirigida por Férnando Suárez.

Por Eva Matarazzo

E- ¿Cómo surge Ábaco y por qué?

M- Ábaco fue escrita desde la urgencia, de un tirón. Surge como un texto poético en primera persona, sin acotaciones. La escribí hace cuatro años, en un momento bastante parecido al presente de la obra: la abuela que me había criado luego de la desaparición forzada de mis padres, había recibido el diagnóstico de una insuficiencia cardíaca para la que los médicos recomendaban un tratamiento con anticoagulantes. Ella se resistía a recibir esos y otros cuidados. Yo quería forzarla a que me dejara hacerme cargo de ella, como ella se había hecho cargo de mí cuando fue necesario. Quería prolongar su vida en condiciones que ella no estaba dispuesta a aceptar. En este sentido, me parece que la obra toca un tema más universal que el de las familias alcanzadas por la dictadura. Esa tensión fue el disparador de Ábaco.

E- ¿Cómo fue el proceso de trabajo? ¿Participaste en la puesta en escena, o te encontraste con el trabajo ya armado?

M- El montaje de la obra surge del encuentro con Fernando Suárez, actor y director argentino que vive en París. Fernando tomó contacto con mi producción para teatroxlaidentidad para su tesis de maestría sobre Dramaturgias de la Memoria, en La Sorbona. Luego, escribí para él el monólogo Sin voz, que montó el año pasado en la embajada argentina en París. En diciembre y enero estuve en París y nos vimos varias veces; de estas reuniones surgió la idea de montar la obra.

En marzo volví a Buenos Aires y Fernando me confirmó que podía viajar en mayo, único mes que tenía disponible. En ese tiempo hubo que confirmar el elenco, convocar a los que iban a hacer el video, la escenografía y el arte, conseguir una sala… La idea era esperar a Fernando con todo listo. Además de ocuparme de este aspecto de la producción, había reservado para mí la asistencia de dirección, con la idea de poder seguir adelante cuando Fernando partiera.

Durante el mes de mayo ensayamos casi a diario y el 25 estrenamos. Fue un trabajo agotador pero muy rico. Aprendí mucho de Fernando y aprendo a diario de mis compañeros.

E- ¿Encontraste alguna dificultad al momento de escribir la obra? ¿Cuál/es?

M- Me preguntaba si era pura catarsis o tenía algún valor literario, y luego, si era teatro. Yo venía escribiendo teatro desde hacía un par de años y participaba del taller de dramaturgia de Patricia Zangaro: ése fue el espacio al que me resultó natural llevar el primer borrador. “Patricia, ¿esto es teatro?”. Patricia me habló de su virtualidad escénica y me alentó a trabajarlo como texto dramático. Ese trabajo fue relativamente sencillo. Las imágenes fluían con facilidad, la estructura parecía que se inventaba sola. Más allá de que el primer borrador fue escrito entre lágrimas, en un arranque de bronca, pena, miedo y dolor como el que vemos en la protagonista, el proceso de trabajar el texto fue reparador y, por paradójico que suene, gozoso.

E- ¿Que te pasó cuando te viste en escena pero a través de una actriz?

M- No tengo la sensación de verme en escena en el personaje que interpreta Cecilia Belmonte. En el primer ensayo me sentí muy identificada con la propuesta de Paz Rotoni, la actriz que compone el otro personaje. Pero como este personaje tiene cierta ambigüedad, no quisiera limitar todo lo que puede sugerir su presencia en el espectador contando qué me sugiere a mí. De todos modos, cuando estoy observando el trabajo de las actrices, operando el sonido o apuntándole al técnico de iluminación, no tengo ocasión de detenerme a pensar en esas cosas. Y de eso se trata poner en escena Ábaco para mí: dejar de verme ahí para pasar a crear, a partir de una experiencia propia, pero en compañía de muchos otros que aportan sus saberes, una obra que trascienda la anécdota autobiográfica que le dio origen.

E- Próximos proyectos.

M- Estamos ensayando Peaje, de mi autoría, bajo la dirección de Javier Margulis y con la actuación de Isabel Quinteros y Mariano Campetella. Es una obra sobre un joven que vuelve a vivir con su madre después de su separación y sobre una psicóloga que debe recibir en su casa, que también es su consultorio, a su hijo recién separado. Le tengo un cariño especial a esta pieza ya que tiene mucho humor y está alejada del temita de los desaparecidos, al que por momentos me creí condenada.

Estoy terminando de escribir una obra, todavía sin título, sobre una mujer sobreviviente de los campos de concentración del Proceso que sueña con Rosa Luxemburgo y por medio de esos sueños va enfrentando un dilema: declarar o no por primera vez ante la Justicia acerca de lo que vivieron ella y su mejor amiga, que sigue desaparecida. Otra vez sopa. Creo que a los argentinos nos va a tocar seguir tomando de esta sopa durante mucho tiempo.


"Guardar memoria", Las 12, Página/12, 3 de octubre de 2008

Por Moira Soto

[...] En la edición del año pasado de Teatro x la Identidad, se ofreció Vic y Vic, de Erika Halvorsen, con Melina Petriella y Victoria Grigera encarnando a una nieta recuperada y a una HIJA (actuada por la propia Grigera) y permitiéndose chistes sobre su condición. Este año se estrenó una poética pieza de Mariana Eva Pérez que subvierte los lugares transitados por el teatro vinculado a los efectos de la dictadura, eludiendo rigurosamente toda tentación de patetismo: Ábaco es su título y acaba de reestrenarse. Elsa avanza por este camino renovador y sin autocomplacencias, rescata la figura íntegra y jugada de una joven mujer desaparecida y asesinada, que pudo salvar su vida exiliándose en Alemania y no lo hizo; que renunció al confort y se fue a vivir en una villa... Digna hija de su madre Ellen, Elsa, la mujer que está ahora sobre el escenario y de la que dice el actor Javier Lorenzo, representando a su nieto: “Me crió una mujer fascinante que llevaba adelante una estancia, iba a 180 por la autopista, tenía amantes”.

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