Entrevista

Entrevista con Mariana Eva Perez, dramaturga e investigadora, sobre su pieza teatral Ábaco, dirigida por Férnando Suárez.

Por Eva Matarazzo

E- ¿Cómo surge Ábaco y por qué?

M- Ábaco fue escrita desde la urgencia, de un tirón. Surge como un texto poético en primera persona, sin acotaciones. La escribí hace cuatro años, en un momento bastante parecido al presente de la obra: la abuela que me había criado luego de la desaparición forzada de mis padres, había recibido el diagnóstico de una insuficiencia cardíaca para la que los médicos recomendaban un tratamiento con anticoagulantes. Ella se resistía a recibir esos y otros cuidados. Yo quería forzarla a que me dejara hacerme cargo de ella, como ella se había hecho cargo de mí cuando fue necesario. Quería prolongar su vida en condiciones que ella no estaba dispuesta a aceptar. En este sentido, me parece que la obra toca un tema más universal que el de las familias alcanzadas por la dictadura. Esa tensión fue el disparador de Ábaco.

E- ¿Cómo fue el proceso de trabajo? ¿Participaste en la puesta en escena, o te encontraste con el trabajo ya armado?

M- El montaje de la obra surge del encuentro con Fernando Suárez, actor y director argentino que vive en París. Fernando tomó contacto con mi producción para teatroxlaidentidad para su tesis de maestría sobre Dramaturgias de la Memoria, en La Sorbona. Luego, escribí para él el monólogo Sin voz, que montó el año pasado en la embajada argentina en París. En diciembre y enero estuve en París y nos vimos varias veces; de estas reuniones surgió la idea de montar la obra.

En marzo volví a Buenos Aires y Fernando me confirmó que podía viajar en mayo, único mes que tenía disponible. En ese tiempo hubo que confirmar el elenco, convocar a los que iban a hacer el video, la escenografía y el arte, conseguir una sala… La idea era esperar a Fernando con todo listo. Además de ocuparme de este aspecto de la producción, había reservado para mí la asistencia de dirección, con la idea de poder seguir adelante cuando Fernando partiera.

Durante el mes de mayo ensayamos casi a diario y el 25 estrenamos. Fue un trabajo agotador pero muy rico. Aprendí mucho de Fernando y aprendo a diario de mis compañeros.

E- ¿Encontraste alguna dificultad al momento de escribir la obra? ¿Cuál/es?

M- Me preguntaba si era pura catarsis o tenía algún valor literario, y luego, si era teatro. Yo venía escribiendo teatro desde hacía un par de años y participaba del taller de dramaturgia de Patricia Zangaro: ése fue el espacio al que me resultó natural llevar el primer borrador. “Patricia, ¿esto es teatro?”. Patricia me habló de su virtualidad escénica y me alentó a trabajarlo como texto dramático. Ese trabajo fue relativamente sencillo. Las imágenes fluían con facilidad, la estructura parecía que se inventaba sola. Más allá de que el primer borrador fue escrito entre lágrimas, en un arranque de bronca, pena, miedo y dolor como el que vemos en la protagonista, el proceso de trabajar el texto fue reparador y, por paradójico que suene, gozoso.

E- ¿Que te pasó cuando te viste en escena pero a través de una actriz?

M- No tengo la sensación de verme en escena en el personaje que interpreta Cecilia Belmonte. En el primer ensayo me sentí muy identificada con la propuesta de Paz Rotoni, la actriz que compone el otro personaje. Pero como este personaje tiene cierta ambigüedad, no quisiera limitar todo lo que puede sugerir su presencia en el espectador contando qué me sugiere a mí. De todos modos, cuando estoy observando el trabajo de las actrices, operando el sonido o apuntándole al técnico de iluminación, no tengo ocasión de detenerme a pensar en esas cosas. Y de eso se trata poner en escena Ábaco para mí: dejar de verme ahí para pasar a crear, a partir de una experiencia propia, pero en compañía de muchos otros que aportan sus saberes, una obra que trascienda la anécdota autobiográfica que le dio origen.

E- Próximos proyectos.

M- Estamos ensayando Peaje, de mi autoría, bajo la dirección de Javier Margulis y con la actuación de Isabel Quinteros y Mariano Campetella. Es una obra sobre un joven que vuelve a vivir con su madre después de su separación y sobre una psicóloga que debe recibir en su casa, que también es su consultorio, a su hijo recién separado. Le tengo un cariño especial a esta pieza ya que tiene mucho humor y está alejada del temita de los desaparecidos, al que por momentos me creí condenada.

Estoy terminando de escribir una obra, todavía sin título, sobre una mujer sobreviviente de los campos de concentración del Proceso que sueña con Rosa Luxemburgo y por medio de esos sueños va enfrentando un dilema: declarar o no por primera vez ante la Justicia acerca de lo que vivieron ella y su mejor amiga, que sigue desaparecida. Otra vez sopa. Creo que a los argentinos nos va a tocar seguir tomando de esta sopa durante mucho tiempo.