"Drama personal y político", Crítica de la Argentina, 31 de mayo de 2008

En plan de catarsis o como vía para compartir su historia personal, Mariana Eva Pérez comenzó, hace ya algunos años, a escribir obras de teatro. Participó desde su fundación en Teatro x la Identidad, y en el marco de aquel ciclo presentó la conmovedora Instrucciones para un coleccionista de mariposas (que en la entrega 2002 dirigió Leonor Manso).

A pesar de que el evento constituye uno de los ámbitos más propicios para la creación y experimentación en el terreno del teatro de la memoria, hacía falta que Pérez se tirara, solita, a la gran pileta del under sin ningún reguardo institucional. Ábaco, su obra más reciente, constituye ese primer intento.

Como su trabajo previo, ésta es una obra (casi) completamente autobiográfica. Aquí, como en Instrucciones..., hay un monólogo dicho, gritado, llorado por una mujer (acaso su álter ego) que cuenta los días que lleva sin noticias de su abuela, la que la crió cuando sus padres desaparecieron. Lleva ocho días sin ella, sin preparar sus medicamentos, sin escuchar sus alaridos, sin que nadie le pida que se abrigue bien antes de salir. Van ocho días desde que se fue porque su abuela no quiere entender que ella –la que alguna vez fue una nena pequeña a la que había que cuidar– creció y ahora los roles tienen que invertirse.

Ábaco trata de eso, sí, pero sería un error pensar que ésta es solamente una historia familiar; la aparición esporádica de un segundo personaje que vuelve sobre la desaparición de los padres nos da pistas para entender la fragilidad de un vínculo espinoso, una convivencia que ninguna de las dos eligió.

Allí donde lo público y lo privado se confunden, el drama personal se convierte en bastante más que eso. Todo este interés que suscita la obra al principio se diluye, sin embargo, después de las primeras impresiones por un texto que se vuelve repetitivo y que no permite a las actrices crecer en intensidad.

Sin embargo, no se produce un estancamiento: el director Fernando Suárez convierte la obra –a partir de una escenografía sencilla, una cuidada dirección de actores y la inclusión de algunos detalles distintivos que aparecen llegando al final– en un trabajo de verdad interesante.

Natalia Laube